Musicoterapia
La música tiene la capacidad de motivar e involucrar a las personas a nivel físico, cognitivo, social y emocional. Para las personas que presentan algún tipo de discapacidad, especialmente aquellas que presentan elevadas limitaciones a nivel físico y psíquico, la musicoterapia ofrece un marco motivador adecuado para reforzar las habilidades sociales y focalizar la atención, aportando un medio que facilita el mantenimiento o la mejora de la movilidad, mientras que contribuye a un estado positivo a nivel emocional (Abercrombie, 2013).
Recientemente, (2015) la Academia de Ciencias de Nueva York ha publicado un monográfico sobre la importancia de la música en la rehabilitación cerebral, en el desarrollo y en el tratamiento de alteraciones neuronales. La música es considerada un lenguaje dirigido fundamentalmente a comunicar, evocar e incluso reforzar emociones. En dicho monográfico, numerosos expertos mundiales en la materia, hacen un recorrido por los beneficios y posibilidades que tiene la música en el ámbito de las ciencias de la salud. Dicen los expertos, que las enfermedades neurológicas provocan en los afectados, importantes discapacidades que repercuten, directamente en la vida socio-laboral y familiar del paciente. Por lo que requieren cuidados específicos para llevar a cabo un proceso de rehabilitación. Entre estos cuidados se encuentra el uso de la musicoterapia.
Según expone Stephan Koelch en dicho monográfico, la música puede ser empleada como terapia para reducir el dolor, las preocupaciones y la ansiedad. Así, determinadas actuaciones que evocan emociones a través de la música, podrían ser el punto inicial de futuras terapias musicales. Koelch afirma que, gracias a ella es posible regular emociones y estados de ánimo de los pacientes por la reactualización de momentos vividos anteriormente (evocación).
Por su parte Vuilleumier y Trost sugieren en su trabajo que, la música activa dos regiones cerebrales, la emocional y la motivacional. Dicha interrelación cerebral hace que sea mucho más sencillo obtener beneficios psíquicos de los tratamientos a través de la misma. Ello es así, pues esta doble activación, mejora nuestra aptitud y actitud ante los problemas. En este sentido, la musicoterapia está adquiriendo una gran importancia, al tiempo que está despertando un gran interés a nivel científico y médico. Esto es debido a la aplicabilidad que presenta frente a una amplia diversidad de problemas de salud humana de orden psicoanalítico aliviando ciertas dolencias corporales. Pues la salud emocional es fundamental para el ser humano.
La musicoterapia neurológica (NMT) consiste en la aplicación de forma terapéutica de la misma en aquellas personas que padezcan alguna enfermedad neurológica. La música y las actividades relacionadas, son utilizadas como herramientas para lograr una serie de resultados de índole no musical, pero que se mantienen en el tiempo, como pueden ser la estimulación y/o rehabilitación cognitiva, del lenguaje, motriz y sensorial. La música se utiliza para trabajar sobre dificultades comunicativas, socioemocionales y académicas de las personas con discapacidad, con el objetivo de recuperar al máximo el nivel de independencia y funcionalidad del paciente promoviendo la motivación y el bienestar de éste a través de la música (Hernández Ruano, 2011)
La música se usa para estimular y mejorar la conciencia de su cuerpo, de los potenciales de escuchar, ver y tocar, de su terapeuta, del medio y de la relación entre la creación del sonido y el sonido que oyen. Cuando pacientes con trastorno del desarrollo experimentan la estimulación y aprenden cómo iniciar y motivarse ellos mediante la estimulación de hacer música, sus potenciales aumentan y desarrollan mayor compromiso con el mundo exterior y la gente que hay en él.
La música proporciona una forma de comunicación no verbal “sin procesar”, donde el terapeuta emplea elementos de la música para crear intencionalidad comunicativa, significados compartidos, mediante el desarrollo de un repertorio de acontecimientos compartidos que tienen significado y contexto para terapeuta y paciente. El sutil y hábil desarrollo de la capacidad de los pacientes para tocar en la interacción musical lleva a obtener capacidad de elección, iniciativa, espontaneidad, independencia musical, confianza, autoestima mejorada y creatividad. La musicoterapia ofrece un medio creativo para desarrollar potenciales, particularmente porque hacer música es una experiencia increíblemente motivadora (Wigram, Pedersen & Blonde, 2005).
El ejercicio de la creatividad, la creación, están al alcance de todos los individuos, las experiencias musicales no dependen necesariamente de la calidad de la música ni del nivel de ejecución; sino más bien de la posibilidad de expresión, de las fantasías y asociaciones que están presentes en la persona. Esto puede ser desvelado a través de la creación musical del sujeto, y de la capacidad del terapeuta de escuchar esta particular organización subjetiva por medio de la experiencia; del vínculo que se forma “de tú a tú”, persona a persona.
Los objetivos terapéuticos generales de la musicoterapia neurológica los podemos dividir teniendo en cuenta cuatro áreas distintas: Área físico-motriz, Área cognitiva, Área del habla y del lenguaje y Área socioemocional (Web de MTN de Barcelona).
-Mejorar la calidad de vida y la extensión del mvto.
-Promover la relajación y reducir estrés.
-Reforzar la estimulación sensorial.
-Mejorar la coordinación.
-Mejorar la calidad de la marcha
-Mejorar la retención de la información.
-Mejorar la orientación.
-Mejorar la atención sostenida, dividida, alternada y selectiva.
-Mejorar la atención ejecutiva.
-Estimular la memoria y la motivación.
-Mejorar las habilidades verbales.
-Estimular la función respiratoria.
-Mejorar las habilidades comunicativas
-Mejorar la autoestima
-Promover la¡ interacción social.
-Fomentar la independencia.
-Reintegrar el estilo de vida llevado anteriormente tanto como sea posible.
Para obetener estos objetivos, el musicoterapeuta trabajaría dentro de un equipo multidisciplinar. Trabajaría guiado por otros profesionales: fisioterapeuta, terapeuta ocupacional, logopeda,… según qué necesidades tiene el paciente, cuales son sus objetivos a conseguir. Una vez hecho esto, enfocaría estos ejercicios desde lo musical, contando siempre con la participación del paciente en la elección de la música: canciones de la biografía sonora del paciente o creadas por él. Música en directo, creando un vínculo persona a persona, que es mucho más profundo que la música grabada. El paciente, siempre que sea posible, participa activamente en las sesiones, desde el ejercicio y lo musical.
Por otro lado, el musicoterapeuta puede trabajar solo, siempre y cuando los objetivos sean a nivel emocional como pueden ser su motivación, estado de ánimo o adaptación a la situación actual. De este modo, se utilizan técnicas como: la improvisación (la creación de música en el momento), la interpretación (tocar o cantar música ya compuesta, perteneciente a la biografía sonora del paciente), la composición (el acto de crear música o letras de canciones para, puede ser, su posterior interpretación), y la audición (tocada en directo) Bruscia (1998).
Las sesiones se plantearían una o dos veces por semana, individual o grupal, siempre y cuando los miembros del grupo no sean más de 6 y con similares características.
La estructura del tratamiento:
1. Recogida de datos e información: Realizaremos una entrevista con los padres y el paciente y confeccionamos la historia clínica y musical (historia sonora).
2. Exploración. Usaremos las sesiones iniciales para observar al paciente, sus capacidades, recursos y necesidades, así como la relación que resulta entre el paciente y el terapeuta.
3. Objetivos. En función de lo observado en las primeras sesiones, y según las necesidades que presenta el paciente, realizamos los objetivos específicos para trabajarlos durante el proceso.
4. Planificación del tratamiento. Establecemos las etapas del proceso, desarrollamos la estructura de las sesiones (caldeamiento, desarrollo y cierre), estructuramos el setting (instrumentos, zonas y materiales específicos a utilizar) y escogemos la metodología que vamos a utilizar (técnicas activas y receptivas).
5. Evaluación y seguimiento. Realizaremos unas hojas de seguimiento diario, ayudándonos de las grabaciones en video de las sesiones y de las entrevistas periódicas con el resto de profesionales que forman el equipo (profesores, psicólogos, etc) y los padres y familiares de los pacientes.
6. Fin del tratamiento. Informe final con la descripción de todo el proceso terapéutico.
Hay que tener en cuenta que como todo proceso terapéutico, se necesita de un tiempo para poder provocar cambios en la persona que asiste a musicoterapia. No podemos predecir en cuántas sesiones se va a conseguir tal o cual cosa, pero sí que es cierto que desde la primera o segunda sesión se muestran diferencias, ya que la persona encuentra un espacio terapéutico diferente en donde poder proyectar, comunicar y expresar diversos estados de ánimo mediante un elemento intermediario como es la música.
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